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domingo, 9 de noviembre de 2025

ROSALÍA O LA ALFABETIZACIÓN CULTURAL LÍQUIDA.



Hay algo profundamente revelador en el fenómeno LUX: que un álbum denso, casi místico, centrado en la vida de las santas y revestido de sonoridades clásicas y líricas, haya conquistado al público masivo español. Un público que, siendo honestos, no se caracteriza precisamente por su curiosidad musical, ni por su espíritu de exploración estética. Ese público gris, domesticado por las playlists de “Novedades Viernes” y adicto a la escucha pasiva, ha recibido con entusiasmo un disco que, en teoría, debería incomodarlo o desconcertarlo. 

La paradoja es fascinante: LUX no suena a lo que se espera de un éxito de masas. Tiene piezas como Berghain, donde ROSALÍA juega con la textura del canto lírico, con armonías que remiten más a lo sacro que al pop. Y, sin embargo, el álbum ha logrado el mayor debut en streaming (42,3 M) para un disco mayoritariamente en español —Juega con 13 idiomas— y de una artista femenina, superando el récord que tenía Karol G. Y para quienes aseguran que ya no se vende el formato físico, basta decir que ha agotado existencias de CDs y Vinilos en El Corte Inglés, la Fnac y ha colapsado preventas en Amazon. Es decir, el público ha respondido de manera fervorosa ante una propuesta que, sobre el papel, requeriría cierto bagaje musical. 

Lo que esto revela no es tanto una súbita sofisticación del oyente medio, sino un cambio en la forma en que se construye el gusto. Ya no se trata de conocimiento ni de educación estética, sino de reflejos sociales y afectivos. ROSALÍA funciona como un dispositivo de legitimación cultural: su carisma, su estética y su aura casi religiosa convierten lo difícil en deseable, lo culto en pop, lo experimental en mainstream. 

Podría decirse que está ejecutando una alfabetización cultural líquida. No enseña al público a distinguir a Wagner de su propio eco, pero logra que Wagner —o al menos su sombra— entre por la puerta grande del imaginario popular. Su figura sintetiza la alta y la baja cultura, lo sagrado y lo profano, y en ese proceso consigue algo insólito: que la masa descubra, sin proponérselo, un atisbo de complejidad.


Frente a los argumentos manipuladores de quienes dicen que “la gente compra LUX solo porque es de ROSALÍA ”, conviene recordar algo esencial: un artista anónimo nunca podría hacer este disco. Ni tendría los recursos, ni la libertad creativa, ni la autoridad simbólica para levantar una obra de tal ambición conceptual y estética. LUX solo puede existir porque existe ROSALÍA. Y, si parte del público se acerca a él solo por su nombre, eso no invalida el fenómeno: lo refuerza.

LUX también va contracorriente en otro sentido: es una obra completa, con cuatro movimientos, un arco narrativo y cohesión sonora. No es una colección de singles intercambiables; cada canción existe por un motivo concreto y forma parte de un puzle que culmina con Magnolias. Respetar hoy día el concepto de álbum como se hacía en el pasado es, de hecho, casi un acto vanguardista.

LUX tiene una producción muy costosa. Probablemente diez veces más cara del presupuesto de cualquier álbum de un artista español destacado sin proyección internacional. Ha contado con unas veintisiete personas en producción e ingeniería entre las que destacan Pharrell Williams, El Guincho y Caroline Shaw que es una eminencia en música clásica. En el apartado compositivo encontramos a treinta y una personas entre co-autores y arreglistas entre los que destacan Kyle Gordon, Carminho o Tobias Jesso Jr y entre las colaboraciones tenemos a Estrella Morente, Silvia Pérez Cruz, Yahritza y Su Esencia, Carminho, Yves Tumor y Björk. Por muy difícil que sea de entender, gracias a LUX, una generación que desconocía a Björk la ha descubierto ahora. Esto refuerza la importancia cultural de la aportación de ROSALÍA al público español.

La crítica está con LUX. Su amalgama de idiomas y su caos controlado ha convencido con una media de 93 sobre 100 con publicaciones como MusicOHM, NME, Rolling Stone, The Guardian, The Independent o Dork otorgándole el 100/100; Consequence of Sound 91/100; Clash y Earlmilk 90/100; Pitchfork 86/100; Northern Transmissions 85/100; Exclaim!, Slant Magazine y The Irish Times 80/100.

ROSALÍA, en LUX, no solo homenajea a las santas. Se convierte en una de ellas. Una santa de lo contemporáneo, que salva al público masivo de su mal gusto no a través del sermón, sino del deseo. En tiempos en que la cultura se consume por inercia, ella ofrece algo más parecido a una revelación: la posibilidad de que el arte todavía pueda elevar, incluso a quienes no saben por qué lo necesitan. Nuestra valoración es un 95 sobre 100



MEJORES MOMENTOS: Berghain, La Perla, Reliquia, Dios Es Un Stalker, Sauvignon Blanc, De Madrugá. Magnolias...

MEDIA CRÍTICA: 93/100

NUESTRA VALORACIÓN: 95/100

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