Desde su primer álbum, Future Me Hates Me (2018), THE BETHS demostraron tener un talento especial para combinar melodías pegadizas con letras irónicas, vulnerables y francas. Disco a disco fueron creciendo: más pulidos, más seguros, más intensos. Para nosotros, ese crecimiento alcanzó su punto culminante en Expert in a Dying Field (2022), un trabajo que equilibraba con precisión quirúrgica la energía del power pop con una sensibilidad lírica profunda, sin dejar de sonar frescos y emocionantes. Era el disco donde todo encajaba. Por eso, STRAIGHT WAS A LIE ha hecho detenernos, no tanto para compararlo en términos de “mejor o peor”, sino para tratar de entender hacia dónde se está moviendo la banda. Este nuevo trabajo es, ante todo, un disco más introspectivo, más pausado y también más colaborativo. Se percibe desde el primer tema que hay una intención distinta: menos urgencia, menos ganchos inmediatos, más espacio, más atmósfera. Liz Stokes sigue siendo el eje emocional del grupo, pero su presencia vocal y narrativa se siente más repartida. Parece haber cedido protagonismo a sus compañeros, tanto en la ejecución como en la construcción del sonido. Ha sido una decisión creativa (sufrió un bloqueo) y artística muy valiente si tenemos en cuenta de que se trata de una de las vocalistas más carismáticas, especialmente cuando han fichado con ANTI- Records y este álbum va a tener un mayor alcance mediático que los anteriores. Y eso, sin ser una ruptura total, sí representa un giro sutil pero significativo. Este gesto, el de abrir el proceso, hace que la banda suene más a “banda” que nunca. Antes era Liz Strokes y su banda de acompañamiento. Ahora se aprecia una textura más coral, una búsqueda compartida, un cuidado especial en los arreglos. Hay menos fuegos artificiales, pero más contención, más intención. El resultado no siempre es inmediato, ni completamente memorable en todos los temas, pero tiene valor como movimiento artístico: habla de una banda que está decidiendo crecer hacia adentro. Sin embargo, si tenemos que ser honestos, todavía sentimos que Expert in a Dying Field (2022) es el álbum donde THE BETHS mejor expresaron su identidad. En aquel disco había un equilibrio casi perfecto entre el brillo melódico, la emoción contenida y la cohesión sonora. STRAIGHT WAS A LIE tiene valentía, tiene corazón, pero no siempre alcanza esa claridad ni esa pegada emocional. Es un álbum interesante, valiente en lo personal, pero quizás menos contundente como conjunto. Dicho esto, no hay decepción. Solo un cambio de fase. Agradecemos mucho que una banda que ya tenía una fórmula exitosa decida no repetirse. Agradecemos también que haya espacio para la duda, para el mantenimiento (como ellos mismos han dicho), para el paso atrás que permite mirar las cosas de otra forma. Este disco no nos ha atrapado como Expert in a Dying Field (2022), pero nos hace seguir creyendo en el valor de THE BETHS como banda en evolución. Y eso, en estos tiempos, ya es mucho. Nuestra valoración es de un 85 sobre 100. Para la crítica especializada es el disco de THE BETHS que ha obtenido la media más baja con un 77 sobre 100 aunque hay medios como God Is In The Tv que le han otorgado el 100/100. El resto de valoraciones van desde el 83/100 de Paste, los 80/100 de AllMusic y Dusted y los 50/100 de Classic Rock. Se trata de un álbum compuesto por la propia banda dejando la producción en las manos de Jonathan Pearce que cobra más protagonismo en este trabajo tras el paso a un lado de Liz Strokes por su bloqueo creativo que ya está practicamente solucionado. La pregunta es..., ¿En el próximo álbum seguirán mostrándose como una banda coral o Liz Strokes volverá a tomar las riendas?
MEJORES MOMENTOS: Metal, No Joy, Stright Line Was A Lie, Till My Heart Stops, Take, Roundablout...
MEDIA CRÍTICA: 77/100
NUESTRA VALORACIÓN: 85/100
MARGO PRICE - HARD HEADED WOMAN
Los dos primeros discos de MARGO PRICE —Midwest Farmer’s Daughter (2016) y All American Made (2017)— tenían algo casi intimidante en su perfección. Eran trabajos redondos, con una identidad muy marcada, un equilibrio impecable entre tradición country y narrativa personal, con una voz y presencia que parecían casi demasiado buenas para ser reales. En ese momento, parecía que Margo había nacido completamente formada como artista. Pero esa perfección, a veces, puede generar cierta distancia y puede sentirse algo inalcanzable. A medida que ha ido avanzando en su carrera, y sobre todo en trabajos como That's How Rumors Get Started (2020) y ahora en HARD HEADED WOMAN, se nota una evolución hacia una artista más humana y más libre incluso. Se ha soltado de ciertas expectativas del género y del personaje que representaba al principio. En HARD HEADED WOMAN hay una especie de aceptación de su vulnerabilidad, de sus contradicciones. Y esa humanidad, lejos de restarle valor, la acerca más al oyente. Ya no es la figura mitológica del country alternativo; es una mujer que ha vivido, ha experimentado, ha cambiado. Y eso gusta, porque lo hace más real. Así que quizás ya no es “perfecta”, pero es más interesante. Y probablemente más libre. HARD HEADED WOMAN no nace con la ambición (ni la presión) de ser el mejor disco de MARGO PRICE, y probablemente ahí está parte de su encanto. No es un álbum que quiera redefinirla ni impresionar a nadie con su virtuosismo: es más bien un trabajo que consolida su voz como artista madura, firme en sus convicciones, y con una identidad ya plenamente asentada. Lo que ha conseguido Margo, y que muy pocos logran, es construir una discografía donde cada lanzamiento tiene un sello de calidad garantizado, incluso cuando no está buscando superar al anterior. Eso es lo que diferencia a una artista de fondo de una promesa pasajera. Puede experimentar, puede fallar en algo, puede irse más a lo rockero o más a lo introspectivo, pero sabes que siempre va a haber una intención honesta detrás, una narrativa que merece la pena seguir. Y aunque HARD HEADED WOMAN no sea su obra cumbre, sí representa algo muy valioso: la consolidación de una artista que ya no necesita demostrar nada. Ahora simplemente hace lo que quiere con inteligencia, oficio y alma, y eso es precisamente lo que la mantiene vigente y relevante. Además, hay que decirlo: en un panorama musical donde tantas carreras se diluyen tras un par de discos brillantes, mantenerse en la brecha con coherencia y dignidad ya es una rareza. Margo lo ha hecho. Y eso también es legado. Aún así, no os penséis que esto es una justificación para decir que es un álbum menor y que no lo recomendaríamos. HARD HEADED WOMAN tiene muchos puntos a favor para no perdérselo como por ejemplo la solidez de su narrativa. Margo sigue escribiendo con una lucidez brutal. Aunque en este disco no haya grandes himnos o letras “épicas”, hay mucha honestidad en cada canción. Habla desde la experiencia, desde la rabia contenida, desde la madurez. Es una declaración de principios e intenciones y no está intentando gustar o complacer. En cuanto a la producción de Matt Ross-Spang, el sonido de HARD HEADED WOMAN es más áspero, más rockero en algunos momentos con matices de Blues y sobre todo Honky Tonk, pero también más desnudo, menos sobreproducido. Eso puede parecer un paso atrás para algunos, pero en realidad es un gesto de confianza: no necesita esconderse detrás de una producción brillante. Apuesta por una crudeza que favorece lo emocional. Este no es un disco que te agarra desde el primer segundo con un hit. Es más bien un álbum que se va revelando poco a poco, que se escucha mejor con la cuarta o quinta reproducción, cuando empiezas a notar los matices, los mensajes ocultos entre líneas. Es música de alguien que ya no está en una carrera de velocidad, sino de resistencia. Realmente es que es un disco sobre resistencia, sobre tener opiniones y defenderlas, sobre ser incómoda si hace falta. Pero Margo lo hace con elegancia, sin caer en lo panfletario ni lo evidente. Quizás lo más valioso de todo es que el disco no es perfecto, y no intenta serlo. Hay canciones que pueden parecer más flojas, decisiones de mezcla cuestionables, momentos en los que uno podría pensar: “Esto antes no lo habría dejado pasar”. Pero es que eso también es parte de la evolución: dejar de obsesionarse con la perfección técnica y apostar por la verdad artística. Otro punto a su favor es que muchos artistas mueren por colaborar con ella y para este trabajo ha conseguido al ascendente Jesse Welles y nada menos que a Tyler Childers que cierra así lo que ha sido probablemente su mejor año. HARD HEADED WOMAN es lo mejor que puede ofrecer una artista que ha dejado de necesitar ser brillante para ser creíble. No es su mejor disco, pero sigue siendo importante y no merece menos de un 85 sobre 100 por nuestra parte. Aunque la crítica especializada no piensa exactamente como nosotros que nos parece que es un buen disco, pero tenemos que matizar, contextualizar y compararlo con el resto de su obra. Ellos consideran que es un álbum excelente y que está a la altura del resto de su repertorio. No siempre vamos a estar de acuerdo. Pero nunca hemos querido permanecer en una burbuja sin dar a conocer lo que ocurre en el exterior y siempre ofrecemos otras opiniones sobre los discos que reseñamos. El lector luego es libre de seguir a su medio y a su crítico de cabecera. La crítica le otorga una buena media, un 82 sobre 100 un punto por encima de That's How Rumors Get Started (2020) que es su álbum con la valoración más baja y un álbum algo incomprendido que marcaba ese paso de la divinidad a la mortalidad de MARGO PRICE y que ya se entiende bastante mejor en HARD HEADED WOMAN. La nota más alta recibida es un 90/100 de PopMatters y Spill Magazine. El 80/100 predomina según medios como AllMusic, Clash, Uncut, Mojo y Record Collector. La nota más baja y no es una mala nota, proviene de Rolling Stone con un 70/100.
MEJORES MOMENTOS: Love Me Like You Used To Do, Don't Wake Me Up, Don't Let The Bastards Get You Down, Red Eye Flight...
MEDIA CRÍTICA: 82/100
NUESTRA VALORACIÓN: 85/100
HAYLEY WILLIAMS - EGO DEATH AT THE BACHELORETTE PARTY
El tercer álbum en solitario de HAYLEY WILLIAMS, EGO DEATH AT THE BACHELORETTE PARTY, llega en un momento clave de su trayectoria: tras cumplir un contrato discográfico que la ató durante veinte años a Atlantic Records. Ese dato, que en otras circunstancias podría parecer meramente contractual, aquí adquiere un peso simbólico enorme. Porque más allá de su contenido musical, este trabajo se percibe como una liberación personal y profesional, el cierre definitivo de una etapa en la que la artista, desde su adolescencia, ha tenido que negociar continuamente entre su voz, su imagen y lo que la industria esperaba de ella. El disco ha sido producido por Daniel James, con quien Williams ha trabajado estrechamente en otras ocasiones. Cuenta con la colaboración de músicos como Jim E-Stack, Steph Marziano, Brian Roberts Jones y Joey Howard. Aunque formalmente es un álbum en solitario, se aprecia un enfoque colectivo, orgánico, que da cierta continuidad al espíritu más íntimo y artesanal que ya había mostrado en Petals for Armor (2020) o FLOWERS for VASES / descansos (2021). A diferencia de aquellos dos trabajos, que exploraban paisajes sonoros más definidos (uno más experimental y otro más acústico), EGO DEATH AT THE BACHELORETTE PARTY funciona casi como un collage de estilos: hay pop alternativo, synth pop, atmósferas que recuerdan al dream pop o incluso al trip-hop, junto con momentos de indie rock más directo. Es un disco ecléctico pero no disperso, donde las canciones se sostienen más por la coherencia emocional que por una estética sonora unificada. Buena parte del atractivo de este trabajo está en lo que dice —y cómo lo dice— sobre la industria musical. Williams no oculta el desgaste, el resentimiento e incluso la rabia acumulada tras dos décadas de carrera profesional. No es casual que uno de los versos más citados en la prensa sea aquel en el que afirma haber hecho ricos a “un montón de gilipollas”. La alusión al contrato de 360º que firmó con apenas quince años (y que le exigía ceder parte de sus ingresos en giras, merchandising y otros derechos) se convierte en el eje subterráneo del disco. Hay algo profundamente reparador en escucharla ahora, sin filtros ni metáforas, exponiendo las grietas de un sistema que muchos conocemos, pero que pocas veces se denuncia desde dentro con esta claridad. La crítica, que durante años ha formado parte del engranaje que consolidó esas mismas dinámicas de poder, parece haberse volcado con este álbum como forma de ajuste de cuentas o incluso de redención. No es casual que el disco haya alcanzado una media de 91 sobre 100 en Metacritic, una puntuación que lo sitúa entre los más valorados del año, por encima incluso de trabajos quizá más innovadores o consistentes en lo musical. Medios como DIY, NME, Kerrang! y Dork le dan el 100/100; Sputnikmusic 94/100; Paste 92/100; Rolling Stone, Exclaim! y Distorted Sound 90/100; AllMusic 80/100 y la nota más baja es el 73/100 de Pitchfork que ya sabemos que suele dar valoraciones estandarizadas y no suele regalar notas muy altas. El entusiasmo es comprensible, pero también conviene relativizar. El álbum es notable, sin duda, y contiene momentos de una sinceridad emocional que desarma. Pero también presenta ciertos altibajos, canciones que parecen más apuntes o desahogos que piezas plenamente acabadas. La sensación de cierre personal pesa más que la ambición formal, y eso, si bien no resta valor artístico, sí condiciona la experiencia del oyente. Es posible que el aplauso unánime que ha recibido tenga más que ver con el relato —el contexto, la valentía, la honestidad— que con la obra en sí misma. Y aunque esa lectura empática es legítima, no debería sustituir al análisis musical. Desde esta perspectiva, y valorando el disco en el marco de su discografía individual, EGO DEATH AT THE BACHELORETTE PARTY es probablemente su proyecto más libre, más consciente y más político. No es su obra maestra —que probablemente no tardará en llegar, ahora que comienza su nueva etapa como artista independiente—, pero sí es su álbum más revelador. Por todo ello, nuestra valoración final es de 85 sobre 100. Porque desde nuestra posición de blog humilde e independiente, tampoco creemos que le debamos nada. Al contrario, son los artistas quienes nos deben mucho a los blogs como el nuestro. Porque nosotros no somos cómplices del sistema y hemos denunciado cuando las cosas se han hecho mal en la industria. Hemos cuestionado a la crítica, a las discográficas, y a quien ha hecho falta.
MEJORES MOMENTOS: Mirtazapine, Ego Death At Bachelorette Party, True Believer, I Won't Quit On You, Hard, Ice In My Oj, Glum...
MEDIA CRÍTICA: 91/100
NUESTRA VALORACIÓN: 85/100
PINKPANTHERESS - FANCY THAT
PINKPATHERESS es una joven cantante británica que surgió en las Redes Sociales. Desde sus primeros éxitos virales en TikTok, ha sabido capitalizar una fórmula sonora reconocible: nostalgia dosmilera, ritmos rotos de garage y jungle, y una estética lo-fi cuidadosamente pulida. FANCY THAT, su último trabajo (denominada mixtape, no álbum), continúa esa línea, pero lo hace con una sofisticación comercial que ya no puede esconderse detrás de la etiqueta "alternativa". Aclamada por algunos como un paso adelante en su propuesta y nominada al Mercury Prize 2025, FANCY THAT es, sin embargo, un ejemplo cristalino de cómo el pop más mainstream hoy se camufla con los códigos del indie y la cultura de club para presentarse como disruptivo, cuando en realidad es producto de una maquinaria perfectamente calculada. Con apenas 20 minutos de duración y nueve temas que rara vez superan los dos minutos y medio, FANCY THAT está diseñado para la economía de la atención. Su brevedad no es descuido ni rebeldía artística: es estrategia. Cada track es una cápsula lista para playlist, para reel, para algoritmo. Lo que antes parecía espontaneidad —esas voces distorsionadas, los samples retro, los bajos rotos de garage— ahora suena predecible. No porque esté mal producido (todo lo contrario: es limpio, nítido, pensado), sino porque no hay riesgo real. Cada canción se construye como una iteración de lo que ya ha funcionado antes. Como si el proyecto fuera el resultado de un laboratorio de focus groups que saben lo que el público alternativo quiere oír... sin incomodarlo nunca. Uno de los pilares de la narrativa de PINKPATHERESS ha sido su supuesta espontaneidad: grabaciones caseras, portadas simples, letras que suenan a diario íntimo. Pero con FANCY THAT, esa estética casera empieza a parecer un decorado. Detrás del minimalismo visual hay videoclips coreografiados al detalle, colaboraciones millonarias, cobertura editorial masiva y una campaña de relaciones públicas que la ha colocado en todos los radares importantes del pop europeo. Su inclusión en los Mercury Prize —aunque no ganara— fue menos una apuesta estética que un gesto de reconocimiento institucional a una figura que ya opera con todas las herramientas del mainstream, aunque vista ropa oversize y diga que es “solo una chica triste que hace beats en su cuarto”. Las letras de FANCY THAT siguen explorando los temas habituales en su discografía: infatuación, anhelo, distancia emocional. Pero lo hacen desde un lugar superficial, repetitivo, donde no hay verdaderas grietas. Se insinúa la vulnerabilidad, pero no se permite que duela. Es el pop emocional sin catarsis: canciones sobre sentimientos que no incomodan ni desordenan. La crítica le da una media de 80 sobre 100 y ha obtenido valoración máxima de 100/100 por parte de DIY y el resto de notas van desde los 80/100 de Clash, NME, The Guardian y Pichfork hasta el 69/100 de Paste. Por nuestra parte consideramos que no merece menos de un 80 sobre 100. Porque hay calidad, hay estilo, y hay talento detrás. Pero también hay una sensación persistente de control, de diseño calculado que impide que la propuesta respire con total libertad. Ya sabéis que por línea editorial, cualquier trabajo que reciba menos de un 85/100 no entra en nuestra selección de los mejores discos del año. FANCY THAT se queda justo debajo, flotando en esa zona gris entre lo que disfrutamos escuchar y lo que realmente nos deja huella. Y si no lo decimos, vamos a reventar: incluir una mixtape de nueve cortes en los Mercury Prize —que se supone son los premios más prestigiosos de la industria— revela que empiezan a tener ciertas grietas. Y que, en el fondo, no se diferencian tanto de otros galardones como los BRIT o los Grammy, donde el verdadero trabajo para estar nominado y ganarlos lo hacen las agencias y los publicistas.
MEJORES MOMENTOS: Tonight, Illegal, Girls Like Me, Stars, Stateside,
MEDIA CRÍTICA: 80/100
NUESTRA VALORACIÓN: 80/100
JADE - THAT'S SHOWBIZ BABY
Cuando una exintegrante de una girlband de éxito lanza su primer álbum en solitario, lo que se espera es una colección de temas pop diseñados con precisión industrial: eficaces, impersonales y rápidamente reemplazables. Jade Thirlwall artisticamente conocida como JADE y ex-Little Mix, parecía encaminada a repetir esa fórmula. Sin embargo, THAT’S SHOWBIZ, BABY! es una sorpresa: no porque sea rompedor o revolucionario, sino porque es más honesto, más divertido y más consciente de sí mismo de lo que cualquier cínico podría anticipar. Desde su título, el álbum ya deja claro que sabe qué juego está jugando. Es un disco sobre el espectáculo —en todos los sentidos posibles— y JADE se presenta como una diva pop de manual, pero con una autoconsciencia que lo eleva. No se disfraza de artista torturada ni pretende “dar el salto maduro” con un sonido alternativo. Al contrario: se apoya con decisión en una estética noventera que recuerda a las grandes divas del pop mainstream de esa época, esas que brillaban con lentejuelas, ganchos pegajosos, coreografías imposibles y de esas cuyo pelo debía ondear al viento gracias a un ventilador industrial. JADE no quiere romper moldes. Quiere brillar dentro de ellos. Y lo consigue. El álbum destaca por momentos de auténtico carisma y energía, donde el pop maximalista se mezcla con guiños teatrales y humor kitsch. No todo es perfecto —hay cortes que son puro relleno o que podrían haber sido más arriesgados—, pero incluso en sus puntos más flojos, el disco nunca suena vacío. Hay intención, hay amor por el género y, sobre todo, hay un respeto por la figura de la diva pop como ícono cultural. Ese respeto no es casual. JADE ha sabido conectar con un público que históricamente ha sostenido a las divas: la comunidad LGBTIQ+, especialmente el público queer, ha encontrado en ella a una aliada sincera, que no se apropia ni parodia, sino que celebra. Desde su actitud en el escenario hasta pequeños gestos simbólicos (como ondear la bandera trans en una actuación reciente), JADE parece entender que este nicho no es solo un target de marketing, sino una parte central de su identidad artística. Por eso, aunque en la maquinaria saturada del pop de 2025 este álbum corra el riesgo de disolverse en el algoritmo tras una semana, merece más que eso. Porque en medio de tanto lanzamiento desechable, THAT’S SHOWBIZ, BABY! es un disco que abraza su anacronismo con encanto, que entiende el valor del espectáculo sin ironía, y que rinde tributo a un tipo de pop que ya no suele tomarse en serio... pero que aquí se celebra con orgullo. A la crítica le ha encantado y ha obtenido una media de 83 sobre 100 con una nota máxima de 100/100 por parte de DIY cierta unanimidad en el 80/100 por parte de medios como The Guardian, Rolling Stone, NME, Paste o MusicOHM para terminar con un 70/100 por parte de Clash. Por nuestra parte, tenemos que confesar que nos hemos enfrentado a este disco con escepticismo, prejuicios y cinismo, pero al final nos ha acabado ganando. Entre otras cosas porque es un álbum que no engaña a nadie, es lo que es. Lástima que con la urgencia de lanzar cien discos a la semana, casi todos los discos acaben siendo uno más. Estamos convencidos de que si THAT’S SHOWBIZ, BABY! se hubiese grabado en los noventa con una artista como Mariah Carey habría hecho mucha más historia de lo que va a hacer en el presente. Nuestra nota, un 81 sobre 100 y nuestros respetos para JADE porque ha hecho un disco que no cambia las reglas, pero que juega con ellas con más gracia y corazón que muchos otros. Y eso, en 2025, es más revolucionario de lo que parece.
MEJORES MOMENTOS: Angel Of My Dreams, IT Girl, FUFN (Fuck You For Now), Plastic Box, Fantasy
MEDIA CRÍTICA: 82/100
NUESTRA VALORACIÓN: 81/100
SABRINA CARPENTER - MAN'S BEST FRIEND
¿Qué comentar sobre MAN’S BEST FRIEND, de SABRINA CARPENTER? Un producto mainstream más, lanzado con la urgencia que Taylor Swift ha impuesto a sus coetáneas: sacar discos cuanto antes. No había pasado ni un año desde Short n' Sweet (2024), que —como vaticinamos— acabó nominado a varios Grammys, incluido el de Álbum del Año. Se podría haber estirado el chicle con reediciones, remixes o versiones deluxe, pero no: otro disco ya. A pesar de haber recibido una acogida crítica similar a Short n' Sweet (2024) (aunque con valoraciones numéricas más bajas), y de haberlo superado en escuchas y ventas durante el primer fin de semana, flota en el ambiente una sensación generalizada: MAN’S BEST FRIEND ha gustado menos que su predecesor. No queríamos entrar en el tema de la polémica portada, pero mucho nos tememos que tenemos que hacerlo. Esa portada es una decisión creativa, artística y consciente, que se alinea con las narrativas del álbum: sexo, ironía, sarcasmo y humor de trazo grueso. ¿Era necesaria? Probablemente no. Carpenter ya había hecho la transición a artista adulta con éxito en Short n' Sweet (2024). No necesitaba proyectar una imagen hipersexualizada ni disruptiva, como le tocó a Miley Cyrus en su día, por su pasado Disney. Y por ahí puede venir parte del problema: todo se queda en ese envoltorio presuntamente transgresor, pero el contenido del disco no difiere demasiado del anterior. Digamos que MAN’S BEST FRIEND habita el mismo universo musical que Short n' Sweet (2024) y que lo más arriesgado ha sido esa portada. Quizás para lo único que haya servido es para que las madres ofendidas del cinturón bíblico de la América profunda dejen de llevar a sus hijas pequeñas a sus conciertos. Porque tú puedes haber hecho la transición, pero tu público habitual puede que no se haya enterado... o no quiera enterarse. A veces no basta con ser sutil. Ahora sí ha quedado claro: Carpenter ya no es un reclamo infantil. Y eso, al menos, es de agradecer. Porque ahora podremos tomarla más en serio. ¿Qué le depara a MAN'S BEST FRIEND? Algunos singles serán hits, alguna nominación al Grammy —gracias al trabajo de sus publicistas, que han hecho de todo para que SABRINA CARPENTER esté donde está hoy— y poco más. Que, para los objetivos del pop mainstream actual, es muchísimo. La crítica le otorga una media de 70 sobre 100, según AlbumOfTheYear.org , tres puntos por debajo de su anterior trabajo. Hemos optado por esta fuente porque agrega más reseñas y sus algoritmos son menos complacientes que los de Metacritic, que le da un 75/100, siete puntos por debajo de Short n' Sweet (2024). La máxima puntuación para MAN'S BEST FRIEND es el 85/100 de Variety. Muchos medios apuestan por un 80/100 (NME, AllMusic, The Guardian, Clash, The Line of Best Fit, Rolling Stone...). Pero también están los que le dan un 60/100, la famosa nota de tres estrellas que suele significar "ni bueno, ni malo". Algunos la llaman “nota promedio”, nosotros la llamamos “nota de la mediocridad”. En ese barco están The Skinny, The Telegraph o The Line of Best Fit. Y luego están los que han destrozado el disco sin piedad: Exclaim! y The Needle Drop 50/100; Spectrum Culture 45/100 y The Arts Desk 40/100. Nosotros lo tenemos muy claro: MAN’S BEST FRIEND es un ejercicio de pop mainstream rutinario de consumo. Ni siquiera deberíamos estar reseñándolo, porque no encaja con los intereses de nuestra línea editorial. Y además, SABRINA CARPENTER no necesita que un blog humilde como el nuestro hable de ella. Nos molestamos en escribir esto porque sabemos que a algunos de nuestros lectores les gusta que demos también nuestra visión sobre los discos más comerciales. Y sinceramente, con este... nada nuevo bajo el sol. Nos subimos al carro de la nota de la mediocridad con un 60 sobre 100.
MEJORES MOMENTOS: House Tour, When Did You Get Hot?, Tears, Manchild, Sugar Talking...
MEDIA CRÍTICA: 70/100
NUESTRA VALORACIÓN: 60/100
NOVA TWINS - PARASITES & BUTTERFLIES
Después de Supernova (2022), NOVA TWINS se convirtieron en uno de los nombres más visibles del nuevo rock alternativo británico. Su combinación de actitud punk, bases densas y discurso de empoderamiento les abrió un espacio propio, pero también les dejó una herencia incómoda: la de las expectativas desmedidas. Tres años después, PARASITES & BUTTERFLIES llega como respuesta a esa presión. El dúo formado por Amy Love y Georgia South se enfrenta aquí a su propio mito: ¿cómo seguir siendo incendiarias cuando el mundo ya te celebra? La respuesta no es simple, y precisamente ahí reside lo más interesante del disco. El salto sonoro es evidente. La producción de Rich Costey amplía el espectro que ya insinuaban en Supernova (2022), con más capas electrónicas, arreglos vocales más procesados y un sentido de escala casi cinematográfico. El bajo de Georgia sigue siendo el eje, pero ahora convive con texturas que buscan algo más que pura energía: hay dramatismo, atmósfera y cierta voluntad de épica. Sin embargo, esa ambición tiene un doble filo. Cuando la mezcla respira —como en Soprano— el resultado es magnético. Pero en otros momentos, la saturación y el exceso de producción diluyen lo que hacía únicas a NOVA TWINS: la sensación de inmediatez, de fuerza en bruto. Hay pasajes que parecen más diseñados para sonar grandes que para sonar verdaderos. El título condensa bien el espíritu del álbum: PARASITES & BUTTERFLIES habla de transformación, de crecer a partir de lo incómodo. “Parásitos” como lo que se aferra y agota; “mariposas” como lo que renace. Amy y Georgia se muestran más vulnerables que nunca —hablan de desgaste, de identidad, de salud mental—, pero sin perder su tono desafiante. Esa dualidad es la columna vertebral del disco: caos y belleza, ruido y redención. No todo el simbolismo aterriza de forma nítida, pero el intento de trascender el simple discurso combativo del pasado merece reconocimiento. Supernova (2022) fue un gran disco, sí, pero también un fenómeno que, en nuestra opinión, se sobrevaloró por lo que representaba más que por lo que ofrecía musicalmente. PARASITES & BUTTERFLIES no tiene el mismo gancho inmediato, y quizás por eso muchos lo están leyendo como una evolución monumental. Nosotros lo vemos de manera distinta: es un paso arriesgado, no necesariamente superior, pero sí más honesto en su búsqueda. Hay momentos en los que suena a transición más que a culminación, a un puente hacia algo que aún no han terminado de definir. Pero esa incertidumbre también es parte de su valor. No todo lo ambicioso es brillante, pero sí puede ser necesario. Y este disco es justo eso: necesario. La media crítica de es de un 75 sobre 100 y queda bastante alejada del 92/100 que consiguió Supernova (2022) aún así parece que el consenso valora el gesto más que el resultado. Medios como The Guardian, Kerrang! y Classic Rock le otorgan la máxima nota que es un 80/100; Clash y DIY 70/100 y PopMatters 60/100. PARASITES & BUTTERFLIES confirma que NOVA TWINS no están interesadas en repetir fórmula, aunque eso signifique perder algo de inmediatez en el camino. PARASITES & BUTTERFLIES no es un álbum perfecto, pero sí un documento honesto de lo que implica crecer bajo los focos. NOVA TWINS suenan menos urgentes, pero más conscientes. Su tercer trabajo no grita tanto como los anteriores, pero deja cicatrices más profundas. Quizá el disco no cumpla todas las expectativas que la crítica quiso depositar en él, pero sí las que importan: las de una banda que prefiere arriesgarse a mutar antes que quedarse quieta. No todas las metamorfosis son cómodas, pero pocas son tan valientes como esta. Por nuestra parte no merece menos de un 80 sobre 100.
MEJORES MOMENTOS: Monsters, Glory, Soprano, Piranha, Sandman, Hide & Seek...
MEDIA CRÍTICA: 75/100
NUESTRA VALORACIÓN: 80/100
DAVID BYRNE - WHO IS THE SKY?
Vaya por delante que hemos crecido con la música de Talking Heads. Para este que os escribe, se convirtió en un refugio en esa época tan complicada que fue mi adolescencia, con algunos días muy duros de bullyng, cuando todavía nadie hablaba de bullyng. Recuerdo que estaba deseando llegar a casa para evadirme de todo escuchando Little Creatures (1985). Por eso no sé si voy a ser lo suficientemente objetivo con cualquier trabajo de DAVID BYRNE, porque su música ha estado presente siempre en mi vida y sus discos han sido bastante recurrentes en momentos difíiciles, ya que siempre fue el artista más alegre y que transmitía mejor rollo a pesar del sarcasmo y la ironía de sus letras, que te hacían sentir siempre que estabas en el bando correcto. Aunque Byrne publica regularmente, echábamos de menos un álbum como WHO IS THE SKY? que se siente a la vez fresco y fiel a su esencia. Tras exploraciones sonoras y rítmicas como las de Rei Momo (1989), donde abrazó las músicas latinas con pasión y autenticidad, Byrne vuelve a combinar su inquietud artística con una producción cuidada y vibrante, pero nunca excesiva, con arreglos que destacan tanto por su riqueza instrumental como por su espacio para la voz y las letras. Creemos que la elección de Kid Harpoon como productor ha sido excelente, porque ha sabido captar perfectamente quien es y quien ha sido DAVID BYRNE. Los sonidos varían desde grooves funk y toques de pop art, hasta influencias del rock alternativo y ecos de las "musicas del mundo" que siempre ha llevado consigo. Esta amalgama estilística es un reflejo de Byrne como artista global sin prejuicios, que no teme jugar con géneros para crear paisajes sonoros únicos. Musicalmente, WHO IS THE SKY? se mueve con soltura entre ritmos pegadizos y melodías que parecen simples a la primera escucha, pero que esconden capas de complejidad y ironía. El disco no sólo recupera la energía juguetona de clásicos como And She Was o Road to Nowhere, sino que lo hace desde una perspectiva madura, donde cada canción se siente cuidadosamente construida para provocar tanto reflexión como diversión. Leyendo entre líneas lo que dice la crítica, nuestra sensación de que es su mejor disco en años no es infundada. Porque WHO IS THE SKY? ha conseguido una media de 78 sobre 100 la mejor valoración desde Rei Momo (1989), un álbum que hay que seguir reivindicando. Medios como la revista Dork le ha otorgado el 100/100 y considera que es uno de los mejores álbumes del 2025 y la cosa no queda ahí. Spectrum Culture 93/100; Far Out Magazine 90/100; Northern Transmission 85/100; Uncut, Classic Rock, The Arts Desk, Spill Magazine, Mojo, The Skinny, AllMusic, PopMatters o MusicOHM 80/100; Paste 79/100; The Line Of Best Fit, DIY y Louder Than War 70/100. Las notas más bajas provienen de The Guardian y Record Collector 60/100 y Pitchfork 51/100 que seguramente valoraron mejor al álbum de Addison Rae y con eso, ya lo decimos todo. En cualquier caso, nos alegra que un disco de un veterano —a los que normalmente se les arrincona mediáticamente en favor de productos de moda o artistas debutantes— haya conseguido que tantísimos medios se hayan molestado en escribir la reseña de WHO IS THE SKY? Hoy día solo eso, es un gran logro. Y es que, con 73 años, DAVID BYRNE demuestra estar en plena forma creativa, con una energía, humor y curiosidad que no tienen nada que envidiar a músicos mucho más jóvenes, y en ocasiones incluso parecen superarlos en frescura de espíritu. Por todo esto, para nosotros WHO IS THE SKY? supone una inyección de vida y nos devuelve la esperanza y la confianza en los buenos músicos y en la buena música. No podríamos darle menos de un 90 sobre 100.
MEJORES MOMENTOS: Absolutamente todas las canciones son maravillosas. Coge una cerveza o una copa de vino y sientate a escuchar este disco desde el inicio hasta el final sin usar el orden aleatorio.
MEDIA CRÍTICA: 78/100
NUESTRA VALORACIÓN: 90/100
TOM ODELL - A WONDERFUL LIFE
TOM ODELL ha demostrado, a lo largo de su discografía, una notable capacidad para conjugar vulnerabilidad, melodía y una voz narrativa honesta que le ha valido un lugar destacado entre los cantautores británicos de su generación. Sin embargo, desde Monsters (2021), una etapa marcada por el desahogo emocional en plena pandemia, en la que abre una brecha y comienza a hablar sobre salud mental y ansiedad, su obra ha dado la sensación de entrar en una suerte de repetición temática y estilística. En ese contexto, Best Day Of My Life (2022) supuso una pequeña joya íntima, contenida y claramente más valorada por la crítica que por el mercado, alejándose de las estructuras comerciales en favor de una desnudez expresiva que obtuvo el reconocimiento que merecía, aunque con menor impacto popular. Después llegó Black Friday (2024), un disco que buscó reconectar con el gran público desde una propuesta más accesible, aunque sin abandonar del todo su identidad. En ese punto, A WONDERFUL LIFE aparece como una especie de síntesis entre ambas vertientes: recoge la honestidad y la introspección de Best Day Of My Life (2022), pero con una producción algo más abierta, más orgánica, construida sobre el acompañamiento de banda en directo y con un sonido que, sin volverse grandilocuente, da un paso más allá de la austeridad anterior. El álbum fue concebido a lo largo de nueve meses intensos de viajes, lejos de la estabilidad del hogar, y eso se refleja tanto en su tono confesional como en el marco temático que lo sostiene: ya no es solo el yo emocional el que habla, sino también un yo cansado, expuesto al mundo, al vértigo de las noticias, a la sensación de que el tiempo —y algo más— se nos escapa. En las canciones hay un hilo constante de deseo, melancolía, búsqueda de consuelo y aceptación. Las letras exploran esa tensión entre el anhelo y la renuncia, entre el movimiento constante y la necesidad de detenerse. A diferencia de los arreglos más ampulosos de álbumes pasados, aquí hay una contención estilística que juega a favor del mensaje, con un formato más directo que permite a las canciones respirar. Es cierto que aún no hay valoraciones críticas especializadas que lo sitúen con claridad dentro de su trayectoria, y que las puntuaciones de los usuarios —frecuentemente sesgadas por afectos o rechazos previos— no ofrecen por ahora un reflejo especialmente fiable. Pero lo que sí se puede afirmar es que A WONDERFUL LIFE es un trabajo sólido, con coherencia interna, que no se conforma con repetir fórmulas sino que busca matices dentro de un lenguaje ya propio. Situado dentro de su obra, el disco puede no ser un salto radical, pero sí una consolidación muy digna de la faceta más madura de Odell. Quienes conectaron con Best Day Of My Life (2022) encontrarán aquí una continuidad enriquecida, menos introspectiva quizás, pero más abierta al mundo y al desgaste que implica estar vivo, y estarlo con sensibilidad. Si Black Friday (2024) parecía más orientado al mercado, y Best Day Of My Life (2022) más a la crítica, este nuevo álbum podría ser el punto de equilibrio entre ambos, capaz de resonar tanto en quienes buscan autenticidad como en quienes valoran una experiencia sonora más completa. En definitiva, A WONDERFUL LIFE no pretende revolucionar la carrera de TOM ODELL, pero sí la reafirma. Lo sitúa como un artista que, sin grandes alardes ni giros espectaculares, sigue sabiendo escribir desde un lugar honesto, emotivo y reconocible, y eso, en una industria cada vez más saturada de ruido y artificio, significa un valor en alza y nosotros siempre vamos a dejar todo lo que estemos haciendo para escuchar cada nueva propuesta de TOM ODELL. A WONDERFUL LIFE no merece menos de un 90 sobre 100.
MEJORES MOMENTOS: Don't Let Me Go, Dont Cry Put Your Head In My Shoulder, Ugly, Wonderful Life
MEDIA CRÍTICA:---
NUESTRA VALORACIÓN: 90/100
JON BATISTE - BIG MONEY
Tras el monumental éxito de We Are (2021), JON BATISTE podría haberse dejado llevar por la inercia del gran espectáculo: un nuevo álbum de producción exuberante y mensajes de autoafirmación a gran escala. En cambio, BIG MONEY toma el camino inverso: un disco breve, íntimo y clásico, más cerca del pop vocal tradicional que del híbrido soul-jazz-pop que lo catapultó al estrellato. Y es justamente ahí donde empieza el malentendido. Con apenas nueve canciones y poco más de media hora de duración, BIG MONEY se siente deliberadamente contenido, casi como un contraplano de We Are (2021). Si aquel era expansivo, coral y profundamente ambicioso —una celebración de la identidad afroamericana y de la posibilidad del pop como acto cultural—, este nuevo trabajo apuesta por la economía de medios y el detalle a pesar de contar con colaboraciones tan suculentas como las de Randy Newnan, Andra Day o No I.D. Batiste aparca la grandilocuencia para refugiarse en la calidez de la canción bien construida. Su voz, más desnuda y emocional que nunca, conduce el álbum con una mezcla de serenidad y melancolía, como si quisiera demostrar que el virtuosismo también puede ser discreto. Sin embargo, esa misma sobriedad es la que ha provocado una recepción crítica tibia. Con una media modesta de 60 sobre 100 de Record Collector (El único medio que le ha otorgado una valoración numérica al álbum), BIG MONEY parece pagar el precio de su filiación estilística: un disco que se mueve entre el soul acústico, el gospel, el pop tradicional y la balada adulta, territorios históricamente etiquetados como “adult contemporary”. Es decir, el tipo de música que la crítica contemporánea suele pasar por alto por considerarla “segura” o “retro”. Pero lo que algunos interpretan como falta de riesgo es, en realidad, una apuesta por la forma clásica. Batiste no busca reinventar el pop americano, sino habitarlo desde dentro, con un respeto que recuerda a la artesanía de Tony Bennett, Randy Newman o incluso Barbra Streisand. De hecho, la presencia de Randy Newman como colaborador no es un mero guiño; es una declaración de intenciones. Newman representa ese pop vocal tradicional, el songbook americano con raíces profundas en la canción narrativa y el arreglo clásico, un territorio al que Batiste se acerca sin complejos en BIG MONEY. En el que hay un control total del tempo emocional, de los arreglos, del espacio entre notas. Nada suena urgente, todo suena vivido. BIG MONEY no es un álbum insustancial como algunos lo han catalogado: es un disco de madurez. El problema es que la crítica actual rara vez sabe cómo evaluar la madurez sin confundirla con complacencia. En una época que celebra la ruptura y la ironía, un trabajo honesto, cálido y de escala humana corre el riesgo de pasar por anodino. Pero bajo esa superficie serena late un músico que, lejos de acomodarse, ha elegido la contención como su nueva forma de desafío. JON BATISTE puede que ya no busque la revolución, sino la permanencia. Y en ese gesto —en ese mirar hacia el canon con respeto y sin miedo a ser “clásico”— reside la verdadera audacia de BIG MONEY. Por nuestra parte, no merece menos de un 80 sobre 100 y habría alcanzado el 85/100 con tres canciones más con el mismo nivel del resto del disco.
MEJORES MOMENTOS: Big Money, Lonely Avenue, Lean On My Love, At All, Do It All Again...
MEDIA CRÍTICA: 60/100
NUESTRA VALORACIÓN: 80/100

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